Dos cuerpos envejecidos ocupan el espacio, desubicados, con la memoria impidiendo el descanso. Trazos de un todo difuso, comidas caseras y un micrófono, una canción que atraviesa el tiempo. Una terraza como frontera. En casa, nada es siempre y todo es todavía, en un ahora impertinente y tenaz, presente y difunto. Una película doméstica, de fantasmas y cine, una historia eminentemente vitalista hasta la muerte, pero ni un paso más.